miércoles, 19 de octubre de 2011

Emilio, el Ermitaño (1)

- Héctor Castro Ariño -

Queridos lectores:

Publico hoy la primera entrega de un relato de juventud que escribí con dieciséis años. Es una historia breve pero llena de sentimiento. Espero que os guste.

Emilio, el Ermitaño

Emilio era un hombre ya viejo, de aspecto rudo y tosco. Era un hombretón, de constitución fuerte y, a simple vista, parecía que fuera un hombre muy severo y que tuviera un carácter muy terco. Pero no era así, bueno, lo de terco sí, pero lo de ser servero era totalmente impropio de él a pesar de que la gente del pueblo así lo creía. Sí que es cierto que en alguna ocasión sacaba a pasear su genio pero no menos lo es tampoco que tenía el corazón más grande de todo el Valle de Flaminco.

La gente lo apreciaba mucho apesar de que si no miedo sí que le tenían un respeto fuera de lo común. Solo había una única excepción: los niños. A Emilio le gustaban muchísimo los niños y de ahí que, en general, mantenía una relación muy buena con ellos.

(...)

-¡Jaime, ven aquí!, ¡vuelve inmediatamente, es la hora de comer!
-¡No tengo hambre!
-¡Si no vienes ahora mismo te voy a castigar!
-¡No vendré!, ¡voy a ver a don Emilio!

(...)

¡Toc, toc, toc!

-¿Quién es?
-¡Soy Jaime, don Emilio!
-¡Ah! Hola Jaime, entra, no te quedes fuera.
-Don Emilio.
-¿Sí?
-Es que, vera, yo no tengo hambre y mi madre se empeña en que coma, y yo ahora no tengo hambre y no me apetece comer.
-Ya entiendo. Oye, ¿quieres que vayamos a dar la vuelta al mundo con Blas?
-¡Sí, será fantástico!




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Autor: Héctor Castro Ariño



Emilio, el Ermitaño (2)
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